HOMENAJE A LOS CÁTAROS



HOMENAJE AL CATARISMO
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VENERABLES CRISTALINOS/AS:
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Sí, venerables os llamo hoy, no por vuestro ego social o personalidad ni por vuestro envoltorio carnal, por mejores que sean, pero en estimación a la Esencia cristalina de vuestro Ser, como lo podéis imaginar, permitidme dirigirme así con este elogio a vuestro Yo superior a manera de invocación del mismo.

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Lo hago así para que seáis más conscientes de su Presencia y que la manifestéis cada día con más armonía, belleza y resplandor.

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Os invito a redireccionar a lo largo del siguiente texto nuestra perspectiva hacía ocho siglos atrás, con la intención de ofrecer un homenaje hacía una venerable legión de mártires de la Tradición de Sabiduría Perenne que empezaron a ser precipitados fuera de este mundo a la fuerza en un calurosos mes de Julio como éste, por una institución religiosa que sigue vigente y poderosa haciendo lo suyo...

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Sigo así la Hoja de Ruta de inspiración recibida para el libro del Blog de los Cristalinos que construimos entre todos, sea de una forma directa o indirecta.

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Siguiendo las pautas recibidas, los primeros nueve meses del mismo deberían dirigirse hacía unos asuntos puntuales de nuestro espaciotiempo, algunos un tanto espinosos, o mucho, aunque vitales e imprescindibles para asentar buenas bases en el caso de que nuestro destino sea el de ir más allá de este plazo de tiempo, tal como lo intencionamos los que estamos participando en él.

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De Enero a Septiembre habría de enfocar asuntos relacionados con el posicionarse claramente en el tramo de Historia que nos toca experimentar, acerca de dónde venimos, de cómo nos ubicamos en los desafíos, riesgos y expectativas actuales, así como acerca de la cosmovisión gemosófica de futuro. Luego, asentados los principios, podremos ascender hacía el mundo más sutil y espiritual de la sublime filosofía base de la Gemoterapia, en la mística de la Gemosofía.

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De momento, sigamos por el revisionismo histórico cristalino en el orden de la Cristaloterapia, o Cristalo-ciencia, que de su distinción con relación a la Gemoterapia pienso explayarme aquí en breve en el Blog.

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Ahora toca una llamada de recuerdo. Con amor, devoción y gratitud, sin falta de alguna indignación por en medio que pienso bien justificada...

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Un homenaje hacía ciertos antepasados que, si físicos o espirituales, da igual, son seres claves tanto de nuestro pasado como del presente que heredamos de ellos, entre otros. Unos antecesores muy importantes para los Amantes de la Sabiduría, quiénes procuramos seguir con amor y profundidad un camino espiritual que nos llene el ser y la vida de felicidad. En la Plenitud del Gran Espíritu.

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Pese a que pueda parecerlo, no se trata de beligerancia ni de anticlericalismo o revanchismo. Ya lo veréis. Se trata de que no se apague la antorcha de una memoria clave acerca de nuestros orígenes comunes, al tiempo que realizamos un homenaje lo más justo y devoto hacía estos seres maravillosos a quienes recordaremos, todavía conmocionados por su testimonio y destino.

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Las nuevas generaciones no nacen con conocimiento infuso. Para que no sean ignorantes, es importante luchar contra cierto olvido u amnesia histórica que sólo les estorbaría sus oportunidades de autorrealización como seres libres, sanos, sabios y completos.

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En el mes de Julio del año 1209 del calendario occidental empezó la Quinta Cruzada, la primera guerra de cristianos contra cristianos. Por Cruzada se denominaba "guerra santa". Fue convocada en nombre del Cristo por el sumo patife, con perdón, quería decir pontífice, de la Iglesia católica romana, Inocencio III, desde el Invierno del año anterior y la Primavera de 1209.

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Las cuatro guerras santas anteriores habían sido planificadas y estimuladas desde el Vaticano en contra de los musulmanes, que a su vez habían guerreado los cristianos hasta llegar del Magreb al norte de la Península Ibérica, al Sur de los Pirineos, hacía el siglo XI. Su finalidad era recuperar territorios para la Cristiandad y liberar Palestina del dominio mahometano.



Los monoteísmos por naturaleza están enemistados entre sí y en contra de la paz. Aquí sí que son muy coherentes, siguiendo los preceptos o ejemplos de sus libros sagrados tal como se puede leer en el Antiguo Testamento, el Talmud o el Al Corán.

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El Ser divino nos libre de esta peste malvada.

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La guerra fue llevada a cabo sobre todo por príncipes cristianos del norte de Europa leales a Roma, con ejércitos de mercenários y bandidos, unos pocos caballeros, y muchos clérigos promotores entusiastas de la gesta. Su objetivo se encontraba en un territorio dónde se estaba gestando una civilización distinta al mundo feudal conocido hasta entonces al Sureste de Francia en las tierras del Oc, u Occitania, hoy denominadas Provenza y Languedoc.

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Quizás inspiradas por la naturaleza más templada y benigna del Sur de Europa, a orillas del mediterráneo o cerca suyo, empezó a prosperar una sociedad más tolerante y liberal de la que reinaba por todas partes en el continente. Surgió una nueva clase social formada por burgueses y artesanos gracias a los excedentes del cultivo agrario que permitieron que se extendiera más población y no tan sacrificada a causa de la escasez.

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Era una cultura mucho más refinada y artística que las demás, que permitió incluso el aparecimiento de los trobadores, poetas cantores que exaltaban las damas por primera vez dignas de elogio y admiración desde el desaparecimiento del paganismo greco-romano, que dio lugar a una era misógina que culpabilizaba a la mujer y al sexo por todos los males del mundo.

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De los dos millones de habitantes de Occitania, tras los 35 años de guerra religiosa que sufrieron, quedó cerca de la mitad: un millón de personas. La plácida civilización naciente alternativa fue arrasada por los fanáticos católicos fundamentalistas.

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La justificación para el masacre de ésta cultura y sociedad distintas la encontró el Papado con el reclamo de eliminar un movimiento religioso que creció al margen de sus doctrinas, dogmas y jerarquía con una gran aceptación tanto popular como entre la nobleza. La posteridad los llamó "cátaros" (puros, en el idioma griego), aunque ellos se llamaban entre sí simplemente "buenos cristianos", o por la gente sencilla, de buenos hombres, o "perfectos".

Poco después del año 1000 d.P.(después de Pablo, fundador del Cristianismo) algunos cronistas ya habían dejado registros acerca de una nueva espiritualidad que surgía en Occidente independiente de la Iglesia de Roma. Inicialmente, el movimiento aparece en el Norte, dónde es rápidamente perseguido y exterminado en las primeras hogueras encendidas con el fin de alimentarlas con los disidentes de la ortodoxia católica-romana.

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Todo indica que el movimiento se manifestó primero en el leste europeo, por dónde hoy es Bulgária, y que luego se desplazó tanto a las orillas del Rin como hasta los alrededores de París. Eliminados en el Norte, éstos cristianos que reivindicaban para sí mismos un tipo de vida más evangélica de la que ejemplificaban los seguidores de la Iglesia romana reaparecieron en el Sur, dónde se extendieron con rapidez en pocas décadas.

Tan sólo 42 años antes de la deflagración del genocidio cátaro-occitano en el mes de Mayo de 1167 un cronista relata como "una gran multitud de hombres y mujeres" se había congregado cerca de Tolosa para recibir el bautismo de los cátaros de manos de un misterioso personaje. Se trata se alguien muy importante pero del que apenas queda información. Este personaje, Nikétas, había venido de Oriente como líder espiritual de la nueva Iglesia para organizárla en Occidente siguiendo el modelo de "las siete Iglesias de Asia".

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La reunión tuvo lugar en el castillo de Saint-Félix de Caraman. Se ordenáron allí seis obispos. Se constituyeron comisiones para delimitar las nuevas diócesis, crearon reglas de convivencia y liturgia, se estructuró lo que había sido hasta entonces un movimiento bastante anárquico, para responder a la demanda masiva que recibían por parte del pueblo que pedía sus enseñanzas y ceremonias salvíficas. El encuentro tuvo la magnitud de un primer gran Concilio de la nueva Iglesia o iglesia cristiana restaurada, o renovada.

Poco se conoce acerca de las creencias cátaras. Tras su exterminación física, sus libros también fueron destruidos en el fuego y de ellos no queda constancia. Será un hecho histórico tan relevante como el descubrimiento de los Evangelios apócrifos el día en que se revele al mundo alguno de éstos libros desde alguna biblioteca secreta, un cofre cerrado o un escondite que los perseguidores no pudieron aniquilar. 

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Se sabe que adoraban la Deidad como un principio espiritual de luz y amor en contrapartida a la deidad inferior maléfica que creó el mundo material. Todo lo que estaba sujeto a la degeneración y a la muerte lo asociaban con el Diablo, el creador del mundo físico, mientras el principio espiritual del Ser pertenecía a la divinidad.

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Los cátaros consideraban la Biblia un libro diabólico; rechazaban la cruz adoptada por Roma y sus rituales; no aceptaban el culto a las imágenes; acusaban públicamente la Iglesia católica por haber apostatado y traicionado al Fundador del Cristianismo para aliarse con el "dios de este mundo" a cambio del poder y el reino mundanal denominándola "Iglesia de Satán".

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Practicaban la no violencia. Todo indica que eran vegetarianos. Se sabe que vivían de su trabajo en comunidades igualitarias dónde no se discriminaba la mujer. Incluso se le atribuían gran valor e importancia igual que a los creyentes varones.

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Uno de sus ritos más destacados, el Consolamentum, consistía en la imposición de manos tras una invocación de la Presencia Divina para canalizar y retransmitir el Espíritu Santo.

Estos buenos hombres y mujeres vivían con gran sencillez valorizando las virtudes evangélicas -o simplemente humanas, naturales- del afecto, el amor, el respeto y la bondad por en cima de todo. Despreciaban las tentaciones de poder o la codicia del mundo terrenal.

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Una vez que estos cristianos rechazaban y negaban al dios tribal justiciero e iracundo del Antiguo Testamento, y adoraban al Dios de Amor de Jesús como la auténtica divinidad que reinaba omniciente fuera del mundo visible, creían que tras la materia mortal se encontrarían con el Espíritu. Por lo tanto, no sólo no temían partir de la vida humana si no que podían llegar a anhelarlo como una verdadera liberación espiritual: un auténtico regalo divino.

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Para la Roma vaticana, el Concilio cátaro de Saint-Félix del año 1167 fue la suprema traición de aquellas tierras anhelantes de espiritualidad del Sur de Francia. Eran fuerzas que se oponían a la decadencia, prepotencia y corrupción reinante por doquier en el Cristianismo oficial, un desafío digno de una guerra a muerte por parte de la ortodoxia en contra de los "herejes".

Entre las muchas acusaciones que las autoridades eclesiásticas dispararon contra de los cátaros, habían dos que para los clérigos era particular causa de escándalo: una, el hecho de que reinvidicaban el derecho de los laicos de predicar el mensaje cristiano, y dos, el de que tratasen de traducir las Escrituras a las lenguas vernáculas.

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En tal abominación, el Catarismo se extendió ocupando el vacío creado por la misma Iglesia católica. Tras la conversión del Imperio Romano en su emperador Constantino en el siglo IV, lo que quedaba de civilización se derrumbó en los siglos posteriores. Sobre el año mil, Europa era una fortaleza asediada asolada por el hambre y cuadrillas de forajidos que esparcían el terror fuera de las aldeas, impidiendo el libre movimiento de personas y mercancías.

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El Cristianismo refluyó hacía el interior de los monasterios como islas de conocimiento y religiosidad. Los monjes creían que fuera de sus muros no había más que pecado y perdición. Los clérigos que existían en las parroquias estaban ocupados corriendo de tras de riquezas, diezmos o de concubinas como para dedicarse a la salvación del alma de los desgraciados pecadores.

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Apenas habían predicadores o clérigos dedicados a sus parroquias. El evangelismo de Francisco de Asís, así como la propagación del mensaje cristiano por iniciativa de la Orden predicadora creada por Domingo de Guzmán nacieron como reacción de la Iglesia tras la devastación producida por la guerra contra los Bons Hommes.

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Así mismo éstas nuevas Ordenes religiosas fueran aceptadas por la jerarquía religiosa a regañadientes, forzadas por el voluntarioso Papa Inocencio III. Se trataba de un joven cardenal, Lotari de Segni, elevado al solio pontificio con la sorprendente edad de treinta y siete años casi en la madrugada del día 9 de Enero de 1198, en seguida al fallecimiento de su predecesor Celestino III, con inusual prisa por parte de la Cúria romana. Ésta desobedeció la recomendación del papa Celestino, quién les había indicado otro cardenal, muy anciano.

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En la Historia del Vaticano hubo numerosos Papas asesinos, ladrones, libertinos, devasos, simoníacos, violadores, sodomitas, fratricidas, avariciosos, megalomaníacos.

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Lotari de Segni era de otra índole: un docto jurista, monge ciesterciense, un hombre de fe arraigada. Pero sufría de manía de persecución, de teomanía patológica grave, y más que el amor le movía el temor por el futuro de la Iglesia y un odio extremo hacía sus enemigos. Los cardenales sabían muy bien a quién habían entregado el timón de la barca de Pedro.

Una barca agujereada y pudrida, por cierto, con una tripulación corrompida que miraba más su propio bien estar que la salvación o el destino del pasaje que transportaba. Se encontraba muy alejada de la misma con su egoísmo y complejo de superioridad.

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En las iglesias se realizaban los ritos en un idioma que no entendía nadie -en latín- excepto los iniciados clericales en el mismo. A los laicos les estaba prohibido no sólo traducir los libros sagrados si no siquiera poseerlos. La jerarquía clerical ostentaba su riqueza y prepotencia. A los pobres era evidente que era la mejor aliada de los poderosos en contra suyo.

La religión no era una cuestión de opción personal. No había en absoluto cualquier otra posibilidad de elección si no aquella impuesta a todos desde su nacimiento hasta el fin de sus días.

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En este contexto, la sed de espiritualidad encontró lo que necesitaba, una vez más, en la antigua Tradición primordial de origen gnóstico, incluso maniquea, que se expresada ahora como un Cristianismo evangélico renovado. Era la única corriente filosófica que osaba contestar la vieja pregunta sin respuesta satisfatória por parte de los monoteísmos, cuál sea, ¿cómo un Dios bueno podría haber creado o sostener tanto mal en el mundo?

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Así llegamos al recuerdo de aquél infame mes de Julio de 1209. Rememoremos la ciudad de Béziers hace ochocientos años: la primera gran ciudad devota de los cátaros que cayó. Fue uno de los episodios más sangrientos de Europa. Su población fue completamente masacrada.

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Los mercenários del ejército de cruzados asediaron la ciudad fortificada y exigieron que sus habitantes les entregasen sus líderes cátaros -evangelistas- y principales discípulos.

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El obispo católico del lugar abandonó la ciudad antes. Desde fuera de la ciudad, intentó convencer a sus feligreses para que se rindieron. Ellos se negaron. Los asaltantes lograron sorprenderlos en el corazón mismo de la ciudad. Ahí empezó la matanza. Nadie escapó a la carnicería.

Lo refiere un cronista de la época, Guillermo de Tudela, en su Chanson de la Croisade: Los barons de Francia y de los alrededores de París... convinieron entre ellos que en cada villa fortificada, ante la cual se presentara el ejército y que se negara a rendirse, tras el asalto final todos sus habitantes deberían ser pasados a cuchillo... Por ésta razón fueron asesinados en masa todos los habitantes de Béziers; se acabó con todos y todavía no les bastaba: nada pudo salvarlos; ni la cruz, ni el altar, ni el crucifijo...

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Las piedras de la fortaleza se tiñeron de color rojo-sanguíneo. No había hoguera lo bastante grande para tantos que ejecutar. Se decidió hacer pasar a cuchillo a toda la población.

Quince años después, el monje cisterciense alemán Cesáreo de Heisterbach, tratando de recopilar lo sucedido para la posteridad, dejó escrito cómo el legado papal -máximo líder espiritual del cerco a Béziers-, el catalán Arnaud Amaury, al ser preguntado por un desconcertado cruzado cómo hacer para discernir entre la multitud a los fieles de los herejes, el legado pontificio le contestó: -Matadlos a todos, Dios reconocerá a los suyos. 

Poco después, en Agosto de 1209 cayó la ciudad de Carcasona y en los años siguientes fueron cayendo los demás centros espirituales del Catarismo: Bram, Minerve, Termes, Cabaret, Lavaur, Puyvert, Puilaurens, Peyrepertuse. Así hasta todas las ciudades, pueblos, fortalezas y villas dónde resistían los evangélicos, hasta la mítica fortaleza de Montségur en el 16 de Mayo de 1244 y el último bastión cátaro, a 730 metros de altura en la fortaleza de Quéribus, en el año 1255 sobre un imponente torreón rocoso en el brazo más septentrional de los Pirineos.

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En su inmensa mayoría, los vencidos se negaron a renegar su fe, por lo que no quedaron testigos del interior del movimiento para dejar su testimonio. Al contrario de los asesinatos con arma blanca en Béziers, en los demás sitios asolados por los cruzados tratáron de ajusticiar los disidentes quemándolos vivos en el fuego tras juicios sumarísimos.

De este modo, fueron asesinados centenares de cátaros a la vez. Fueron transformados en cenizas en hogueras rituales tras cada caída o capitulación de sus bases, en ceremonias de religiosidad salvaje dónde se motivaba a la gente a expresar su supuesto fervor religioso aclamando las matanzas bajo la bendición de los representantes de la Iglesia católica triunfal.

Los triunfadores se creyeron definitivamente victoriosos con un poder absoluto. Pero seguían con un temor secreto a los disidentes. Tanto es así que para garantizárlo pusiéron en marcha la superestructura de la Inquisición. Inicialmente con la finalidad de descubrir y aniquilar hasta el último adepto del catarismo fuera dónde existiera, su odio no tenía fin y su miedo tampoco, como suele pasar a los que en el fondo no se creen dignos del poder que poseen, y permaneció.

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Pudiéron mantener su poder absoluto durante unas décadas más, y en otras regiones del continente por varios siglos más, pero al final no pudiéron con las rotaciones de la Tierra y el discurrir del tiempo: este gran poder religioso aparentemente invencible allá por el siglo XIII luego tambaleó, se resquebrajó y se ha ido en gran medida derrumbando desde entonces.

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Desde principios del siglo XIV una crisis generalizada removió los cimientos (en realidad pantanosos) de la Cristiandad. Doscientos años después del genocídio de los cátaros, las hambrunas desestabilizáron la sociedad feudal. Se desencadenaron guerras endémicas entre potestades de las naciones católicas con peleas fratricidas que martirizáron varias generaciones; los repetidos brotes de peste diezmaron la población; se sucedieron catástrófes.

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Reapareciéron pronto los disidentes religiosos. John Wyclif y Jan Hus preparáron el terreno para Martin Lutero, que en 1517 hizo públicas sus tesis y pudo seguir vivo. No le pudiéron torturar y ejecutar como hicieron con el genial Giodano Bruno -entre tantos otros reformadores-, y el camino del cambio se convirtió en un torrente imparable.

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Nuevas fuerzas espirituales y sociales eclosionáron con el Renacimiento y más tarde la Ilustración. Hasta que la sociedad industrial, la tecnológica, del conocimiento y la información hiciéron acto de presencia.

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El fundamentalismo católico dejó de poseer el poder casi absoluto que impuso sobre Occidente durante tanto tiempo, pero este gran cambio -lamento decirlo- no es del todo claro que sea definitivo, ni exento de posibles vueltas hacía atrás en el tiempo bajo otras formas u apariencias.

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Las generaciones posteriores a los tremendos acontecimientos que nos precediéron no deberíamos olvidarlos. Nuestra Historia proviene de una lucha titánica entre teomaníacos aliados con reacionários económicos y personas identificadas con el progreso.

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Por supuesto que no nos conviene vivir anclados en el pasado ni amargurados por él, y menos con ánimos vengativos. No será a nosotros a quienes tocará juzgar consciencias. Pero tampoco es inteligente olvidar de dónde o de qué gran lucha venimos.

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Sin la menor duda persiste el enfrentamiento entre los fanáticos religiosos o económicos violentos y los que apostamos por un progreso definitivo y sin retorno hacía la verdadera civilización: hacía valores de paz, respeto, armonía, justicia, solidariedad y libertad.

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No cabe duda de que hay numerosos creyentes entre los adeptos de la Iglesia católica que son buenas personas, incluso con grandes obras de servicio al prójimo en términos de caridad material y confort espiritual.

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Sin embargo en términos la jerarquía eclesiástica, pese al Concilio Vaticano II, son persistentes las demonstraciones de que la institución no piensa abdicar de su intento por recuperar e imponer sus creencias hacía quienes no pertenecen a sus filas. La misma institución religiosa que diezmó a los cátaros hace ochocientos años sigue existiendo sin no poca fuerza o influencia.

Como mínimo ésta Iglesia es, si no la que más, una de las empresas inmobiliárias más poderosas del mundo. Posee importantes ramificaciones hasta las más altas instancias del poder que rige el mundo actual en todos los niveles y sentidos perversos que esto significa.

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Siquiera son pocas las voces que desde Itália acusan a la Iglesia Romana de haberse acumpliciado con la Máfia desde hace los orígenes de ésta organización criminal con el fin de utilizarla en beneficio de sus propios intereses por ejemplo, incluso para asesinar a sus opositores, entre otros medios abominables de coacción.

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Nos encontramos por lo tanto con la continuidad de la Inquisición criminal de los siglos pasados por medio de una nueva organización asesina a sueldo de la Iglesia, ahora disfrazada de Inquisición como sociedad -medio- secreta laica, como organización asesina al servicio de los clérigos en tanto que les interese activar este artifício criminal en contra de sus enemigos.

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Puede que ésta realidad resulte de vértigo para quienes todavía se crean devotos sinceros de la supuesta Iglesia apostólica advenida de Jesús Cristo. Sin embargo, esta pesadilla infernal es una realidad histórica objetiva para los muchos que hemos sufrido la influencia de la Iglesia católica en nuestras propias vidas como una secta destructiva eminentemente peligrosa.

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En Europa está bastante extendida la percepción social de que la Iglesia católica es una organización de extrema-derecha aliada con poderes siniestros.

Al cardenal "neo-inquisidor" hecho Líder supremo de la Iglesia Romana al menos no se le puede negar la condición de ser uno de los más grandes intelectuales del siglo, el que fue el "primer-ministro" y mano-derecha de su antecesor, que entre otras obras poco sacras, luego se descubrió el haber encubierto los casos de pederastía de su organización. 

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Por la experiencia propia de estos pueblos, se sabe hasta el hastío hasta que punto la Iglesia no ha estado más preocupada más que con su propia supervivencia en todos los tiempos, épocas y gobernantes.

En Europa una gran mayoría social sabe perfectamente como la institución eclesiástica católica es extremadamente adaptable a la hora de aliarse con los poderes más oscuros y corrompidos del mundo terrenal con tanto de seguir existiendo con su poder, sus privilegios y influencia intactas o crecientes.

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Se recuerda en Europa cómo desde hace incluso muy poco tiempo la Iglesia siempre ha estado aliada con los más ricos y privilegiados en contra de los oprimidos, que ha traicionado a los pobres y los marginados en todas las veces que le ha tocado decidir entre unos y otros.
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Se entiende perfectamente porqué los cátaros y muchos otros disidentes acusaron a la Iglesia de Roma de ser la auténtica Iglesia del Mal y del Diablo en la Tierra, disfrazada hipócrita y cínicamente de "Iglesia apostóloica heredera de Jesús el Cristo".

 

Sin embargo, pese a toda la história criminal -antigua y reciente- del Cristianismo católico, es sorprendente cómo, en algunas regiones del mundo, como en América Latina, la$ Iglesia católica romana siga siendo tan poderosa e influyente.
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Es un hecho escandaloso que, $con la apropiada discrición prudencial europea, no se le atribuye más que a la todavía indiscriminada ignorancia avasalladora propia de la Iberoamérica de raices católicas.

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Es espantoso para muchos en el Hemisferio Norte cómo una mayoría de personas del continente Sur-Americano sigue creyendo a pies puntillas en la Iglesia católica romana como si fuera una institución benéfica, santa y carita$$tiva, sin el pasado criminal abusivo,y abrasivo, que la caracteriza y a que muchos nos llena de vergüenza ajena.

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Resulta embarazoso recordar, por ejemplo, aparte los cátaros, cómo en tiempos mucho más recientes ha estallado en tantos países el escándalo de niños -sobre todo- y luego de niñas víctimas de abusos sexuales por parte de clérigos de la misma institución que antaño cometió tantos crímenes de sangre y pensamiento en nombre de sus supuestas creencias cristianas.

Se entiende perfectamente porqué los cátaros la acusaban de "Iglesia de Satanael", de "apóstata ramera traicionadora de la Divinidad", "Enemiga de Kristós" o "Iglesia del Anticristo".

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A parte los miles de norte-americanos que denunciáron la Iglesia católica por abusos sexuales desde hace unos pocos años, desde el horror que padeciéron, lo más reciente que tenemos es el escándalo de decenas de miles de niños irlandeses que sufriéron abusos sexuales persistentes en orfanatos católicos.

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En condiciones normales, uno se pregunta cómo pudiéron producirse estos hechos en la segunda mitad del siglo XX, o que será que no habrán probado en los siglos pasados los representantes oficiales de la Iglesia con sus pupilos, cuando tuviéron un poder descomunal sin interferencias externas casi sobre ellos.

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En fin, si pensamos que los asesinos de los disidentes eran y siguen siendo, en realidad, parte de una Iglesia básicamente formada por pederastas, sodomitas y violadores, nuestra perspectiva cambia y se amplifica enórmemente.

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Es lo mismo que recordar que ésta institución ha apoyado a tiranos y dictadores genocidas en épocas recientes, que sigue excomulgando y negando la comuñión a sus fieles que se divórcian, que utilizan preservativos para no infectarse de graves enfermedades, que siguen discriminando a las mujeres y muchos grupos sociales.

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Es la Iglesia que defiende como ciertas e infalibles las creencias más absurdas e irracionales, que se permite proclamarlas a cualquiera con todos los medios de comunicación disponibles, sobre unos cuentos mitológicos completamente inverosímiles: es verdaderamente desconcertante como sigue siendo tan influyente.

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Este es un buen motivo por el que conviene no olvidar la historia criminal de ésta religión que sigue excomulgando a los que no piensan como ella, incluso en unos detestables rituales retorcidos de magia maléfica a distancia contra seres humanos que denominan "excomunión".

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Un buen ejemplo de la traicionera sinuosidad maestra con la que la Iglesia de Roma no le importa tambalearse a la derecha o a la izquierda según las circunstancias por las que pueda beneficiarse, traicionando a unos y otros o a los que haga falta con tanto de ganar cuotas de poder, defenestrando a los bien amados de ayer o elevando a las más altas dignidades eclesiásticas a los perseguidos de hasta hace poco, sin importarle la coherencia ni cualquier ética, está en un hecho muy reciente.

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Lo encontramos en la primera asumpción al rango de organización religiosa de derecho pontificio del siglo XXI a los herederos directos de una entidad paramilitar brasileña de tintes fascistas instalada en más de cinquenta países. Ésto ocurrió de manos del Papa Woytila, con segundo codinome papal llamado Pablo, apoyado por su mano derecha (¿extrema?) el cardenal alemán del Santo Oficio que le sucedió en el cargo.

O sea, en los felices años sesenta y setenta viva el agiornamiento, la adaptación al mundo moderno y a la progresía si ésto es hacía dónde se orientaban los tiempos..., pero cuando la Historia vuelve a girar hacía la derecha pura y dura, tras colaborar con Ronald Regan y las tropas neoliberales para derrocar a los regimenes socialistas, no le importa en absoluto al Papado fomentar una auténtica brigada fascista entre los jóvenes católicos de muchos países, como si se decidiera o estuviera dispuesta a aplicar los métodos políticos de los años treinta del siglo pasado ¡desde la coalición del Eje nazi!, al principio del siglo XXI con tanto de lograr más "vocaciones religiosas" en sus hostes, mantener lo que le queda de poder y aumentarlo.

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Es increíble... ¡Qué desvergüenza!

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Lo siento mucho si me sobrepaso en la transparencia de la sinceridad intensa que os expreso aquí, Estimados/as Cristalinos/as u otros lectores/as del Blog, pero sin querer ofender a nadie, debo deciros que personalmente este comportamiento clerical me produce náuseas.

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Para quienes conocen algo acerca de este asunto espeluznante de reciente actualidad, este hecho es francamente vomitivo. La Santa Madre Iglesia de los católicos actúa de tal modo que cualquier meretriz resulta mucho más digna de confianza, credibilidad y verosimilitud.

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Como gemósofo, miembro de una Tradición de espiritualidad cristalina que venera ciertos minerales vitales y Cristales Maestros como reflejos de una Gran Perfección en la Trascendencia, me siento personalmente afectado también por éste maquiavélico poder religioso que sigue disparando fuerte contra toda decencia moral o ética y las auténticas buenas costumbres.

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Sinceramente me molestan los cuatro Concilios en los que la Iglesia católica romana condenó y excomulgó a la Gemoterapia, así como otras ciencias naturales alternativas.

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Es cierto que han pasado varios siglos desde que se promulgáron las excomuniones, pero como nunca han sido revocadas, entiendo que siguen considerandose válidas por aquellos verdugos, por lo que me encuentro así mismo marginado y excomulgado por esta profesión de fe cristiana bárbara, cuyas causas pendientes desde hace un tiempo me impelen en un sentido de deber de denunciarla por ello.

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Además, como latino-americano de nacimiento, en mi caso, con ascendencia escandinaba por parte de padre, por el que llevo un apellido extrangero como sucede a tantísimos brasileños, procedente además de família -materna- especialmente cristiana e igualmente excomulgada a su revelía por otros resortes, como tantas otras famílias, no quisiera dejar pasar mi actual encarnación humana sin que constara mi clara opinión al respecto de ésta institución todavía tan influyente -no sólo en Iberoamérica si no en toda Europa-.

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Por si algún día le interesara a álguien conocer mi convencimiento al respeto del catolicismo, tras una larga maduración en estudio, reflexión y experiencia propia, así como para que quede constancia de ésta opinión, para que en el caso de que no pudiera volver a manifestarme nadie pudiera inventarse falsas histórias o interpretarme de un modo equivocado o no del todo claro, pasible así de manipulación, era muy importante para mí dejarles mi modesto testimonio.

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Así que aquí me quedo por hoy, Amados/as Cristalinos/as, agradecido por la paciencia de quienes han podido con la lectura de ésta larga Entrada en nuestro Blog en el 1 de Julio del 2009 que intencionaba dedicar a nuestros predecesores del País de los Cátaros desde hace varias semanas. También agradezco a la Existencia y la Divina Providencia Cristalina el haber podido realizarla.

Os ruego vuestras buenas energías cristalinas para contrarrestrar cualquier intento o ánimo vengativo futuro por parte de los fundamentalistas con relación a mi persona por éstas declaraciones, como a cualquier otro, y termino ofreciendo también mi agradecimiento a las corrientes más progresistas de la evolución cristiana occidental que permite nuestra actual libertad de pensamiento y expresión, como la que pude realizar a fecha presente.

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Soy consciente de que si proviniera de otra cultura monoteísta igual o más anacrónica y bárbara que la cristiana, y manifestára mi sentido crítico con el mismo énfasis o libertad como el que acabo de expresar con relación a la vertiente cristiana de la religión de los monos (teístas), sé que mi vida física duraría un rábano.. ¡un pimiento! como suele decirse en España.

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Es un motivo más por el que me alienta el ánimo de realizar éste homenaje tanto a los cátaros como a todos los perseguidos por sus ideas en el mundo, alentándolos a seguir sumando su aportación en un sentido de progreso evolutivo hacía más paz, salud, fraternidad y autorrealización humana y holística en el conocimiento de la Plenitud y la Trascendencia.

Una vez más, muchas gracias, y Felicidades para todos/as.

Afectuoso saludo,

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Francisco Boström.