jueves, 6 de septiembre de 2012

55 Cap. d Cofradía Neo.F.: Existen Cuatro Posiciones filosóficas, o Caminos Metafísicos Fundamentales. No Más.

55º Capítulo del Líber Concilium Manualis Neofranciscanus Asisiano:


EXISTEN CUATRO POSICIONES FILOSÓFICAS, O CAMINOS METAFÍSICOS FUNDAMENTALES. NO MÁS.

 
Existen cuatro actitudes posibles frente la vida y la existencia, no más. Solo quedan cuatro alternativas lógicas, Puedes elegir cual es la tuya si lo comprendes y eres consciente. En caso contrario, igualmente adoptarás una de estas cuatro opciones fundamentales del pensamiento, pero sin ser consciente de ello, ni de las demás alternativas.

Pero sin conocerlas, integrarlas, y elegir, estarás encerrado en la inconsciencia. Mejor si meditas sobre estas cuatro posibilidades y te adhieres más firmemente aquélla que más te resuena.

Frente al gran misterio y lo desconocido, los seres humanos hemos de adherirnos a una de las tres alternativas inevitables: la dramática, la trágica, la heroica o la conformista. Veamos las:

La primera actitud es teísta, que resulta en un pensamiento y actitud dramática una vez que su cosmovisión es un drama para lo humano. Postula que el ser humano tiene un cuerpo físico y un alma inmortal, al que un Espíritu Santo – Dios, Theos, en griego – decidirá si su eternidad será celestial o infernal, en función de su grado de ruptura y alejamiento de lo divino, el “peccato”, o de santidad.

Cree en la muerte como una ilusión, porque el individuo experimenta una falsa muerte y pervive en un otro mundo más allá del mundo físico.

En esta interpretación de la realidad, la existencia es un drama. Durante el corto espacio de tiempo de una vida, el individuo debe de lograr los méritos para lograr un buen porvenir, sacrificando una parte de su presente para investir en un posible paraíso pos mortem.

Según algunas subtradiciones de la vía teísta, también se puede tener la suerte de que la divinidad le elija a uno para el paraíso, por predestinación, con lo que todo estaría resuelto y bastaría aguantar los embates de la vida sin fallar mucho, esperando el advenimiento paradisíaco en un momento u otro.

Es resultado es una experimentación dramática del ser y el vivir en la condición humana. Es la postura dominante en Occidente en los últimos dos mil años en particular, pero también de una cultura tecnológica poscristiana casi global con ésta raíz de origen, desde que la cultura anglo-sajona e hindo-aria protestante se puso a marcar las pautas y el ritmo del desarrollo humano, a partir de los siglos XVII y XVIII hasta el XXI.

 
La aventura de la civilización también es vitalmente dramática por su concepción de este mundo humano como un “valle de lágrimas” del que hay que liberarse con grandes sacrificios, en una temible duda sobre el porvenir, una sensación de riesgo constante, tanto visible como invisible, siempre a las puertas del “otro mundo”.

Para los teístas el mundo terrenal es un lugar de pena, de pérdidas y de duelo, en la incógnita de si el Maximus Creator le perdonará el alma de una vida entera de pecados, o como en la versión cristiana-paulina, además de ser corresponsable de la muerte sacrificial terrible del Avatar Cristico, nada más nada menos que Dios mismo Encarnado.

La segunda actitud o reflexión ultimal es la deísta, con su poderosa derivación agnóstica y la extremada del materialismo. El primer enfoque o percepción íntima de la existencia reconoce un Ser supremo, pero rechaza la posibilidad de alcanzarlo o entenderlo.

Al ser humano por lo tanto le toca desarrollar su propio intelecto e ingenio al máximo, para resolver las penas e infortunios de la condición humana, lo que trata de compensar con el racionalismo y el método científico.

En un posterior desdoblamiento, el deísmo deriva en una actitud de reconocimiento de que no se conoce (a-gnóstico) nada ni si puede saber acerca de un ser divino en la condición humana ni tenemos los medios para comprobarlo.

Luego, en una versión más radical el deísmo primordial acaba se revolviendo en anti-teísmo, o ateísmo y materialismo en tanto negación absoluta de un ser superior, divino, transcendente, así como la existencia de “otros mundos”.

Esta de-generación, evolución o involución del deísmo, esta expresión de no reconocimiento radical de la Transcendencia es atea, rechazando completamente su existencia, la niega incluso con agresividad.

Los deísmos afirman que el ser posee un cuerpo físico con un alma mortal, que dura más o menos lo mismo que el cuerpo, el único suporte de la consciencia.

La existencia humana es intrínsecamente trágica en función de su inevitable disolución, fugacidad e insustancialidad.

Lo único que queda a lo humano es vivir intensamente su ahora vital, eterno en su unicidad y singularidad, porque después no hay nada más, sin solución ni remedio.

Hay un fin definitivo y sin vuelta atrás en la amnesia y olvido. Ésta actitud ha fomentado el nihilismo (el culto al goce y al placer inmediato, la ideología del que todo vale, porqué nada vale en realidad) como rechazo violento y destruidor.

Las variantes del deísmo aparecen cíclicamente en la Historia como revoluciones rompedoras y sangrientas, por temporadas, en general, breves, de tipo iconoclasta, que lo destruyen todo para luego volver a reconstruir mejor.

Lo único real es lo visible y lo palpable, tanto el alma como el espíritu son invenciones fantasmales de las neuronas, trampas que impiden el desarrollo de la consciencia por la única realidad que percibe.

Frente la verdad existencial, en ésta filosofía no queda otra actitud ética ni vital válida que la aceptación de la absurdidad y la insuperable estupidez del Todo.

Si ésta aceptación no conduce directamente a la locura, o la defunción inmediata del ser pensante que la integra, o lo induce a hacer barbaridades con sus prójimos antes de auto-aniquilarse, también puede darse como una actitud muy cordial y civilizada, amiga del progreso y la tecnología.

Las variaciones frenéticas y voraces de algunos deísmos han impulsado desde el materialismo o el consumismo visceral con codicia acumulativa y ganancia por el lucro sin límites, con la civilización industrial y así hasta el neoliberalismo.

Pero es partiendo de las mismas bases deístas que también funcionan el confucionismo estatalista o corrientes del budismo en Oriente, por lo que se tiene muchas formas de responder a la desesperación vital del individuo frente a los abismos de la nada y el vacío.



En contraste con la anterior filosofía, la teísta, propia de los primeros franciscanos, en ésta otra corriente vital del pensamiento se basa buena parte del neopaganismo, entre los cuáles se encuentran no pocos neofranciscanos.

La tercera actitud o razonamiento fundamental, tras la reflexión filosófica y sus tangibles, es la pansófica (sabiduría universal), o gnóstica (lo contrario de agnóstica, más de la vía anterior, que dice que no sabe), dos nombres para designar lo mismo.

Desde un tiempo inmemorial que ésta es la vía más marginal del pensamiento o la filosofía, pero por esto ha perdido su enorme penetración e influencia. Es esotérica y, en parte, elitista, porque se presume de reservada a pocos, no accesible para la limitada capacidad de comprensión de muchos.

 

Pese a ello, se reproduce espontáneamente como una revelación en personas de los más distintos rangos o circunstancias de cualquier origen cultural en las mas variadas y inesperadas épocas o culturas, como una intuición universal, de no pocos.

En esta percepción de la realidad, se reconoce la existencia de un Ser trascendente, pero se experimenta el cosmos como un grave error, sea voluntario o causal, producto de una mente malsana, u otra absurdidad.

No obstante, para ésta tendencia u opción filosófica clave, la esencia del ser individual es inmortal, es perenne y, lo más importante, incluso anterior a la Creación.

Se llega a la conclusión de que en la trinidad del ser, el cuerpo viene de la tierra y vuelve a ella, el alma sigue encadenada en los laberintos astrales, mientras el espíritu se libera y retorna a la Plenitud de su pre-principio.

Tras el abandono del cuerpo físico, la muerte sería una bienvenida amiga, porque para el gnóstico, la consciencia infinita del espíritu sería lo único que encontraría.

La única redención posible del alma sería rendirse en vida, conectar e imanarse con su verdadero Ser o chispa divina interior, la mónada, el Espíritu, la dimensión incondicionada y eterna del Ser.

Ésta es la vía heroica porque pese a la absurdidad del mundo fenoménico, tras el drama o la tragedia de las circunstancias de vida de cada uno, queda la posibilidad, ante la Infinitud, de cristalizar un alma inmortal, como un diamante en la eternidad.

Esto es posible si el individuo logra vencer, trascender y liberarse de la fuerza maligna creadora tanto de la realidad de los abismos cósmicos como de la corporeidad humana, como una mala suerte de cárcel, un lugar de torturas y expoliación, liberándose de las mismas identidades culturales históricas como grandes medios de explotación anti-ética de la vida, que se habrían creado sólo para encadenar la libertad del espíritu.

Se admite la trinidad del ser humano como un Ente físico, mortal, un ser psíquico, inteligente, y anímico, un alma misteriosamente inmortal, pero prisionera del demiurgo creador, y en tercer lugar, una dimensión superior trascendente reino del puro Espíritu, una parte del Ser que es independiente y libre del cosmos.

Ésta es la vía heroica en la medida en que el individuo puede y debe de alcanzar por si mismo la salvación y autorrealizarse, como un digno heredero de la Plenitud, por medio del conocimiento y de la conexión con la consciencia espiritual. Hay muchos neofranciscanos aquí.

El buscador de la Plenitud, en el camino heroico, desarrolla una fiera lucha contra unos poderosos arcontes visibles e invisibles, que quieren detenerlo y someterlo a la esclavitud y el destino trágico y dramático, que le está naturalmente reservado en la célula microcristalina de espaciotiempo en la que se encuentra.

Ésta es la rebelión gnóstica, la vía gnóstica, de conocimiento, o de “el que conoce”, en el idioma griego en el que se registra de forma escrita por primera vez esta tradición clave del género humano ante la realidad. Es una de las formas claves por las que se expresa el neopaganismo contemporáneo, dividido entre ésta vía y la segunda, aún mucho más politeísta.

La cuarta vía o reflexión filosófica clave, existencial, es la panteísta, la Religión de la Armonía, conformista, porque considera que toda realidad es parte o manifestación del mismo absoluto divino, y que del macrocosmos al microcosmos todo lo que se percibe o se puede experimentar es manifestación del espíritu.

La idea, o intuición, de que “Dios está en todo”, o que “todo es manifestación de Dios, es Él mismo”, ha motivado varias tendencias, o formas de reaccionar ante el absoluto.

En sus vertientes más extremas, el conformismo metafísico llega a adoptar la materia como el único espíritu posible, en la teoría de la inmanencia absoluta, lo que en la práctica la hace convergir hacía muy cerca o dentro mismo del ateísmo. En otras variaciones se sublima de un modo romántico la naturaleza, el cosmos es un arte sagrado, todo es perfecto y se acepta la realidad de un modo sagrado y reverencial.

Este conformismo, o conformidad radical, para con el Todo, se manifiesta también en la dimensión más espiritual e mística de las grandes religiones tradicionales de la primera opción, la teísta. Se preconiza aquí la armonía con la vida y la existencia por en cima de todo.

Es terreno fértil de numerosos neofranciscanos, feliz mientras dura, pues el tiempo suele ir haciendo estragos tan graves que fácilmente uno se lo cuestiona todo y penetra en la tercera vía, la opción gnóstica, que descarga contra la benevolencia del Todo con una actitud de inconformismo radical.

Se les reconoce, en el antiguo animismo, así como entre los maestros de la alquimia, como los caminos del Pez, del León, del Águila y del Buey, y en el gemosimbolismo de las piedras preciosas, como los caminos sagrados de cuarzo ametista, de topacio, diamante o aguamarina.

Hay neofranciscanos, como fráteres y sórores de otras corrientes afines, otros neos, en estos cuatro caminos, pero en alguno de ellos mucho más que en otros.

Lo importante es que confraternicemos en pro de lo único que importa que es trabajar juntos en pro de la vida, por la causa mayor de su auténtico progreso, libertad y autorrealización humana. Versando en la transparencia del autoconocimiento. ¿Por cuál de las cuatro vías te has decidido?



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